01 octubre, 2007

El Eco de la Vida

El caracter japonés para humano consiste en dos lineas curvas que parecen dos palillos, colocados uno contra el otro y sosteniendose mutuamente. En el Zen Shiatsu, una forma de trabajo corporal desarrollada en Japón, esto simboliza el tipo de relación que existe entre el terapeuta y el paciente. Ambos se interrelacionan durante la sesión, dando soporte e intercambiando sus energías.

El objetivo del Zen Shiatsu es el de establecer un eco vital con el paciente, de forma tal que este se transforme en un medio de despertar la fuerza de autocuración interna, en lugar de simplemente administrar una secuencia mecánica de técnicas. 'En el Zen es importante tener un buen maestro de quien aprender. En Zen Shiatsu, el paciente es el maestro. Puedes alcanzar el satori aliviando las enfermedades y restaurando la salud' - decía Shizuto Masunaga, el creador del Zen Shiatsu - 'hacer a las personas concientes de sus propias necesidades ocultas, y sensibles a sus cuerpos cuando algo no anda bien, puede ayudar muchisímo a mantenerlas sanas'

Las incomodidades que eventualmente puede producir el Zen Shiatsu pueden volvernos concientes de nuestros poderes naturales de autocuración. Ayudando al paciente a sentir esa distorsión en su cuerpo físico y energético, se le da la oportunidad de tomar conciencia de esto y considerar las posibles causas.

El Zen Shiatsu tiene mucho en común con las artes marciales chinas y japonesas, particularmente con el Aikido, al ayudarnos a sentirnos en una mayor armonía con nuestro cuerpo y espíritu. Al igual que en el entrenamiento del Aikido, el practicante debe aprender a sensibilizarse para ser capaz de leer el ki o energia que fluye a través del cuerpo del paciente. Es esta conciencia del ki la que conecta al terapeuta con el receptor.

El tratamiento con Zen Shiatsu ayuda a tomar conciencia no solo de nuestras distorsiones a nivel físico, sino también a nivel social. Toca el núcleo básico de las relaciones humanas, las que constantemente estan siendo amenazadas por el estrés de nuestro entorno. Masunaga decía que si alguien se sentía cómodo recibiendo Shiatsu, lo mas probable era que esa persona fuera capaz de establecer relaciones humanas profundas y armoniosas. Si lo encontraba incómodo, entonces era probable que las tensiones de su entorno social fueran un factor del mal funcionamiento de su interior.

Zen Shiatsu tiene tantas similitudes con el Aikido que me parecio natural, como cinturón negro de este arte marcial, el volverme un estudiante de este maravilloso arte curativo. El creador del Aikido, Morihei Ueshiba, estimulaba con a sus estudiantes a practicar Shiastu como un modo de desarrollar el propio ki, el poder del hara, la compasión y la sensibilidad hacia el estado energético y emocional del otro. Esta danza enérgetica común a ambas artes ilustra que, verdaderamente, el hecho de que autodefensa y salud son el mismo fenómeno.

Ambas artes se apoyan en el ki para conectarse y mezclarse con el compañero. Ambas tambien se apoyan en la necesidad de encontrar la gracia y ritmo internos para desarrollar todo el poder real de la técnica. El practicante consigue esto manteniendose enfocado en su hara, en en punto ubicado alrededor de dos pulgadas por debajo del ombligo, que sirve no solo como el centro físico del cuerpo sino también como centro de equilibrio emocional y sicológico. Más que aplicar fuerza con la parte superior del cuerpo o músculos, la verdadera fuente de la profunda, sanadora y penetrante presión del Zen Shiatsu proviene del hara, que también es la fuente del ki del individuo.

Entonces, en Zen Shiatsu el terapeuta no manipula mecanicamente los tsubos o puntos de presión, sino que se entrena para percibir el fluir de la energía entre él y el receptor. Para desarrollar esa percepción, el terapeuta debe estar centrado, conectado con el momento presente y en un estado de calma similar al de la meditación. Esta es una de las razones por las que las sesiones más efectivas son aquellas en las que hay muy poca o ninguna conversación innecesaria entre terapeuta y paciente, ya que esto permite que ambos entren entonces en ese estado meditativo que conduce a la verdadera sanación.

Masunaga solía decir que si ese estado se logra durante una sesión, una especie de eco o chispa se siente en el contacto entre el terapeuta y el receptor. 'Llamamos el eco de la vida a este sentimiento compartido'- decía Masunaga- 'La vida solo puede percibirse a través de este tipo de conexión. Sentir la vida es volverse uno con ella, y en ese sentimiento de unidad está la vida. La vida en si misma es la cura de la enfermedad. Y también la confianza en que podemos sanar una enfermedad a través de ella'.

(Fuente: Mount Shasta Magazine - Autor: Stuart Gordon)

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